Creado en 1910 como homenaje a una carrera ciclista, el Paris-Brest rápidamente se convirtió en símbolo de sofisticación y audacia. Su contraste de textura ligera y rica, combinando la suavidad de la pâte à choux con el praliné, evoca el equilibrio perfecto entre lo delicado y lo potente. Una pieza que celebra la elegancia en movimiento, fusionando tradición y modernidad en una experiencia que se disfruta con cada bocado.